Hay dos personas en mi vida que aunque están muertas, aún sigo viendo por la calle.
Sí.
Es algo extraño.
Me pasó varias veces.
Y en ese momento, tengo que repensar que ya no están vivas.
Lo peor de todo es que no son personas que quise mucho y nunca podré olvidar.
Una de ellas es el marido de mi madre, un señor con un gusto por la bebida que murió de una cirrosis galopante hace un año.
La otra es el primo de una amiga y novio de otra que se suicidó tirándose de un piso 13 en 2005.
Y me los cruzo camino al trabajo, haciendo las compras, volviendo del trabajo.
Hasta ahora, siempre aparecieron de día.
Cosas que pasan.
Supongo.
1 comentario:
que grande el pibe que se tiro del piso 13. esos sin son huevos. incluso tuvo el coraje de tentar a la mala suerte
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